«Ni ellas locas ni ellos locos» -25N Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer-

25 noviembre, 2020
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25 noviembre, 2020 amrp

 

Según la RAE, loco/a se define como aquel/lla “que ha perdido la razón; de poco juicio, disparatado e imprudente”.

Según Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, en su Artículo 1, la Violencia de Género se define como: “Todo acto de violencia (…) que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia. (…) que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”

Cuando entras en el mundo de la violencia de género, bien como víctima, bien como profesional que estudia y se forma en el tema, lo primero que aprendes es que la violencia de género es todo lo opuesto a lo que entendemos por locura de acuerdo a la definición que he resaltado al principio. Es lo opuesto a un comportamiento y/o raciocinio desorganizado, alborotado, disperso y falto de control. En violencia de género todo es control.

 

Ni ellas locas….

A todas las mujeres en alguna ocasión se nos adjetiva de locas cuando decimos verdades incómodas sobre el patriarcado que nos oprime, pero con las mujeres con trastorno mental grave el adjetivo se comporta de una forma diferente. Como ellas ya están diagnosticadas de locas a través de su diagnóstico psiquiátrico, el maltratador e incluso el entorno no gasta sus energías en intentar desacreditarlas, pues el estigma hace ya ese trabajo por él, y el desamparo y abandono a estas mujeres es terrible. Desde el mito de Eva hasta el mantra falaz de las denuncias falsas la mujer es interesadamente vista para el patriarcado como poco fiable y mentirosa… pero los datos de violencia son verdades incontestables. Los cuerpos de las mujeres asesinadas a manos de sus parejas y exparejas no se pueden meter ya debajo de ninguna alfombra. El feminismo sacó lo que ocurría en el ámbito privado al ámbito público. Lo personal es político.

 

…ni ellos locos.

Como ocurre siempre en el patriarcado, cuando una conducta es femenina, es decir, la ostenta una mujer, es devaluada y pierde valor… .Si es un hombre quien pone de manifiesto esa misma conducta, entonces pasa a ser neutra o directamente es ensalzada. Esto también ocurre con la etiqueta de loca: no es lo mismo ser loca, que ser loco.

Hasta hace bien poco se justificaba el maltrato por el consumo de alcohol u otras drogas o “porque estaban enfermos”, aludiendo a la enfermedad mental en general. Como siempre, es más fácil individualizar un problema (él está mal, está enfermo, no sabe lo que hace…- de ahí viene lo del crimen pasional-), que reconocer que es la sociedad patriarcal la que crea y reproduce el machismo, único responsable de la violencia de género, esto es, violencia que es ejercida por los hombres sobre las mujeres. De este modo, a los maltratadores muchas veces se les etiqueta de locos… y esa etiqueta, cuando es el sujeto masculino quien la porta, es vivida de forma diferente, claramente restándole culpa y responsabilidad.

Es un relato diferente, desde la justificación, la pena e incluso la condescendencia…También hay estigma ahí, pero como ya he dicho, el significado es claramente diferente. Con la loca siempre hay más inquina. No es raro escuchar acusaciones de que “le puede destrozar la vida con esas mentiras…” en relación a las denuncias falsas por ejemplo, obviando en la comparación que si asumimos que el maltratador es un loco, no proyectamos esa inquina incluso cuando las consecuencias de su comportamiento loco ha sido el asesinato de una persona….

 

Ni ellas locas ni ellos locos.

Ellas, las mujeres con trastorno mental grave, no han perdido la razón cuando nos cuentan los abusos, el maltrato psicológico, sexual y físico que han sufrido y/o sufren de parejas y exparejas. Cuando cuentan cómo no disponen de sus pensiones o sueldos, cuando cuentan que las ingresan “cuando molesto demasiado” (esto por otra parte es la violencia de género psiquiátrica más antigua que hay), cuando cuentan que se merecen todo los que les pasa porque tienen tan interiorizado los mensajes descalificadores del maltratador que ya no saben ni quienes son en realidad.

Como sabemos, los datos aquí son contundentes e incontestables: 3 de cada 4 mujeres con trastorno mental grave ha sufrido violencia de género en el ámbito de la pareja. Falta que podamos cuantificar toda la violencia institucional y estructural que sufren: desatención en lo somático, invisibilidad de las diferencias biológicas en los tratamientos farmacológicos, minusvaloración de sus efectos secundarios, abuso sexual en ingresos, violación de sus derechos sexuales y/o reproductivos, y de forma generalizada revictimización secundaria y /o luz de gas institucional cuando hablan de esos abusos.

 

Ellos, los hombres que maltratan a sus mujeres, mujeres con trastorno mental grave, tampoco han perdido la razón. Porque en violencia de género la razón siempre es la misma: ejercer poder, y como bien sabemos, en situaciones de dependencia y vulnerabilidad es muy fácil caer en el ejercicio de poder.

Ellos no son imprudentes ni hacen nada disparatado, porque el maltratador sabe perfectamente lo que quiere y cómo conseguirlo.

Al parecer son maestros del engaño. Ya lo vemos cuando después de un asesinato aparece siempre el vecindario diciendo que “era un tipo muy normal…siempre me daba los buenos días…”, aunque francamente, cada vez estoy más convencida de que no hay más ciego que el que no quiere ver… y el maltrato se ve. Si ves a una mujer que no sale, que nunca está sola, que no tiene amistades, que ha cortado los lazos con su familia de origen, que siempre pone excusas para no ir allá donde se la invita… que no tiene dinero… que está triste y sola… es muy probable que haya maltrato.

Pero en mi experiencia profesional en rehabilitación psicosocial atendiendo a mujeres con trastorno mental grave este patrón del maltratador como un Dr. Jekyll y Mr. Hyde no se cumple tanto, es más, en mi experiencia particular se ha cumplido más bien poco… En este contexto ellos se muestran tal y como son: violentos. Descalifican con frecuencia a la usuaria en las entrevistas, se muestran controladores, suspicaces hacia el tratamiento, con escasas demandas hacia objetos de recuperación y/o mejora y más bien solo demandando a los profesionales o al recurso objetivos “de descarga”… Y si esto es así, no puedo más que preguntarme si quizás lo hacen porque ven que lo pueden hacer, porque se sienten, también en nuestros espacios, poderosos.

 

Esto es algo que nos debe de llevar a una reflexión profunda sobre cuál es nuestro posicionamiento ante esta realidad, una realidad que es un problema de salud pública de primer orden y una vulneración de los derechos humanos.

La violencia de género campa a sus anchas en nuestra sociedad porque nuestra sociedad es patriarcal, y por lo tanto, no es sencillo que vaya contra si misma… Pero el feminismo ha llegado a la rehabilitación psicosocial como no podía ser de otra forma. Cada vez más la teoría feminista y los estudios de género forman parte de la formación de los y las profesionales que trabajan en rehabilitación psicosocial, la cual también es impulsada internamente por las entidades. Desde mi punto de vista, esa es la vía, la manera para así poder detectar y atender desde nuestra posición a la violencia de género que sufren las mujeres con trastorno mental grave.

Como bien sabemos por el grupo de investigación de Juan González y Marga Rullas, solo hay que preguntar, pues las historias están ahí, y ahora ya sabemos que sí debemos preguntar. Como en cualquier proceso que iniciamos desde la rehabilitación psicosocial, es la persona, en este caso la mujer, quien deberá encontrar la manera, o como hemos escuchado a alguna usuaria, encontrar su momento, pero nosotros y nosotras debemos estar como una constante.

La salida del maltrato es como los procesos de rehabilitación: un camino plagado de avances y retrocesos. Deberemos permanecer con ella siempre sin juzgar, estando a veces a su lado, otras estando por delante y otras por detrás.

 

María Amores González  

Feminista, psicóloga EASC Retiro y miembro de la junta directiva de la AMRP

 

 

 

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